Precaución, a tu lado puede haber un corazón roto.

Una vez me dijeron por ahí,
que cuando no es posible crear confianza,
siempre nos quedará el respeto.
Quizás eso significa, siempre nos quedará París.



A estas alturas de la vida, todos hemos terminado más de una batalla, varias en realidad, y por lo tanto más de alguna derrota tenemos a nuestro haber. Hay tiempos de melancolía que hacen recordar esas batallas, quizás es por eso que avivamos el fuego, y ensordecemos nuestros días con ruido. Para no recordar que aun quedan grietas, que aún y siempre serán parte nuestra.  Es cierto que vienen momentos en que el ciclo cambia, y todo florece, y la temperatura se vuelve más amable, pero inevitablemente vendrá el invierno... es para ese invierno que debemos prepararnos.  Ese invierno puede ser tibio y hasta encantador, viendo fotos viejas que honras aunque sean de tiempos violentos.  Nadie adoraba ir al colegio, pero a todos nos gusta reír viendo esas fotos. 

Es por eso que no hay que maldecir, sino honrar las batallas, y lo que es más difícil, honrar a los que en ese momento fueron tus rivales en el campo de batalla.   Porque en los inviernos tibios te acompañarán sin duda, porque vienen con el frío, y se quedan hasta la próxima primavera. Por ejemplo cuando comencé a escribir lo que viene, era desde la desolación del sentir.  Era mi invierno, otro más, otro de la cuenta regresiva.  Así comencé sembrando un dolor, y al leer entendí, que desde ese dolor viene el aprendizaje.

Cuando el corazón se rompe, aún cuando sana, quedan grietas.  Como las fracturas antiguas que con el frío vuelven a doler. Yo tengo una fractura en mi tobillo derecho hace 19 años y aún cuando me meto al agua helada en el mar Pacífico ... Vuelve a doler.  Que loco no? 

El corazón es igual, cuando se ha roto, aunque parezca sano, si lo enfrentas al frío, o lo aprietas demasiado, vuelve a doler. 

Estoy otra vez acá, comiendo del cansancio, tomando mucho aire para inflar mi cuerpo y mi actitud, así como tratando de que la presión me mantenga en pie y no derrumbarme.  Qué ganas tengo de un abrazo, y el único que lo hace es mi hijo menor, que por estos días está de campamento formándose en esas cosas que yo no lo he podido enseñar. 

Y si... Es posible que necesite ayuda, pero los doctores quizás me drogarían para olvidar que tengo el corazón agrietado y que no duela. No quiero eso. Tampoco quiero que me manden a casa a mirar el techo, porque créanme , luego de tantos años de haber tenido insomnio (hoy superado por cierto), ya sé que ahí no hay respuestas. 

Me pregunto entonces, cuantos corazones agrietados andarán por ahí? A cuantos no les mandaremos al carajo sin saber? Cuantas veces habremos sin querer, tocado una de esas grietas sin darnos cuenta de la lagrima contenida en ese otro? Cuanto cuidado entonces deberíamos tener... Con nuestro y el corazón de otros. Lei por ahí alguna vez, ten cuidado, no sabes que batallas puede estar librando la otra persona por dentro.  Sólo agregaría, así como pocos o nadie conocen tus propias batallas.

Me gusta esta escena de "El lado oscuro del corazón"...  qué más silencioso que el dolor de una puta, qué más despiadado que sus clientes...





Comentarios

Entradas populares